martes, 6 de julio de 2010

ANTOLOGÍA DE SONRISAS FINGIDAS.

Un acercamiento a la Ficción.

ADRIANA


Es que me cansa que todo el tiempo me estén mirando. Yo le juro que no me pongo esas falditas adrede, con la intención de ser mirada. ¿Qué hago? Esas son las que más me gustan. Siempre que llego a un lugar con mis amigas tengo que lidiar con varios Don Juanes, y yo me pregunto ¿por qué sólo a mí me tienen que asediar? No digo mentiras, al principio me gusta, que me miren sólo a mí, ni un reojo para las demás; pero a medida que pasa la noche y las botellas en la mesa van quedando vacías, los comentarios se tornan pesados. Se pelean por mí, me gritan cualquier tipo de obscenidades y hasta intentan tocarme las piernas. Esas sí son sagradas, y es que claro, cómo no quisieran tocarlas si se asoman tímidamente por la falda pronunciándose marcadamente como si fueran eternas hasta llegar al tacón. Igual, no necesito casi usar tacones, mis 1.75 metros de alto hacen redundante el uso de cualquier tipo de plataforma. Igual los uso, me encantan, y tengo una extensa colección, rojos, marrones, cafés, azules, rosados y cualquier color imaginable.
Siempre me ha gustado mi pelo castaño, eso de ser mona ya está muy trillado y ni qué decir de los ojos azules. ¿Qué va? Eso es puro fetiche burgués en su intento pseudo europeo. Yo soy feliz así, toda una morenaza, oji negra y peli castaña, y que alguien diga algo, que alguien se atreva a reprochar a ver quién es la que se levanta más en la pista, quien es la que mejor baila y además con la que todos quisieran bailar. Es que las monas no tienen sabor, pálidas, insípidas, parecen salamandras despigmentadas, mujer salamandra, mujer lagarto. Ellas llegan a una disco en sus carros y con sus pintas iguales, yo podré no estar a la última moda, no quedarme diez horas en el tocador arreglándome, pero eso sí, vamos a ver si las miran tanto como a mí, como a mí que tengo el culo intacto, paradito donde debe estar, y ni qué decir de cómo lo sé mover, mejor que cualquier mona, mujer inmóvil, mujer lagarto. Y es que se les nota la rabia cuando me ven bailando, porque el lugar queda en silencio mientras yo me muevo feliz, porque sus galanes también rubios pseudo europeos, hombre inmóvil, hombre salamandro, se quedan mirándome sólo a mí, se olvidan de ellas, de las diez horas de tocador, del pelo mono made in Colombia pseudo europeo.
Ya quisieran ser como yo, caminar por la calle con ese movimiento de cadera pronunciado que tanto me caracteriza mientras el viento menea mi pelo que emana ese olor a fruticas que a todos los enloquece. Y sí, digo a todos, porque hasta he pillado chicas que no pueden resistirse a mis encantos, paso por su lado con mi sonrisa coqueta, y a veces que me da por voltearme las pillo mirándome mientras se alejan.

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