jueves, 10 de febrero de 2011

Este va para todos aquelloa amantes de David Bowie, que algún día han querido nunca jamás volver a salir de su cuarto mientras sienten mucho odio.


Ray Loriga, Héroe posmoderno


“Si me preguntas a mí, te diré que no me gusta como están las
cosas, pero tampoco tengo intención de entrometerme.
Por ahora sólo quiero estar encerrado.”

Hablar del autor Ray Loriga no sólo nos remite a pensar en el irreverente escritor madrileño, rebelde por naturaleza, provocador, amante del rock and roll, director de cine, guionista y ex marido de Cristina Rosenvinge, vocalista de la famosa agrupación española Cristina y los subterráneos, nos obliga a pensar en un autor lleno de sensibilidad, angustia, libertad y desinhibición. Hijo del ilustrador José Antonio Loriga, y la actriz de doblaje Mari Luz Torreva, nació en el año de 1967 en un contexto fuertemente marcado por un movimiento de la juventud, influenciado por el Rock and Roll y un espíritu antibélico pero rebelde, que por fin conquistaba sus derechos. De los años del Verano del Amor, Loriga adoptó grandes rasgos de su personalidad, como el gusto por David Bowie, John Lennon y The Velvet Underground, además, un estilo literario muy particular manifestado en un ismo representado por autores como Charles Bukowisky y Jack Kerouak, la Generación Beat.

En el año de 1992 se publica su primera novela, Lo peor de todo, recibiendo una muy buena crítica; pero es Héroes (1993) el libro que le valió más reconocimiento, y, a propósito, se analizará en la siguiente reseña.

Héroes cuenta la historia de un chico que se encierra en su cuarto para alejarse de un mundo que poco le gusta, y adentrarse en una labor introspectiva, en sus sueños de rock and roll. Así, la novela es narrada en primera persona por un narrador autodiegético, razón por la que prima un tono subjetivo con una focalización introspectiva lograda con un lenguaje asertivo y coloquial, que en ocasiones toma matices poéticos. En el proceso de encierro, Loriga va perfilando un personaje fragmentado, con una identidad híbrida, transitoria e inestable, que representa a una generación golpeada por la guerra, una sociedad nihilista de consumo, y alienada, síntoma de esto, la falta de identidad. Existe una necesidad subjetiva de querer expresarse para aliviar el dolor, siendo un personaje existencialista, pero no de la escuela de Sartre o Camus, ya que no manifiesta una angustia por la libertad y el absurdo de la existencia, sino más bien una gran resignación y desarraigo, un confrontamiento consigo mismo y una realidad desalentadora y con pocas esperanzas.

Aunque a lo largo del relato el narrador menciona la existencia de más personajes dentro de la narración, éstos son incidentales en el sentido que no tienen trascendencia dramática dentro de la diégesis, sino que hacen parte de las anécdotas del protagonista, quien en realidad sólo narra acciones manifestadas a manera de recuerdo, como anhelo y rencor por un tiempo pasado. La novela es entonces una bitácora, un diario lleno de vivencias y pensamientos, lo que va definiendo la forma como se narra la novela, en la que sobre todo, prima la intención de expresarse. De ahí el recurso del monólogo, en el que el personaje hace preguntas que él mismo responde: “(…) ¿Qué hacías antes?/ Antes tenía un trabajo. Me refiero a uno de esos trabajos ue atan los días y los hacen iguales, como dos minutos sentado en el mismo banco son sólo uno (…)”

Se pierda el esquema de la novela clásica: introducción, nudo y desenlace, el cual pierde sentido, ya que la asociación prima sobre la causalidad. Por tanto, no hay una trama definida y esto expone un conflicto central sobre el cual gira la historia de la novela, que se podría definir como el encierro de un joven causado por el desarraigo hacia un mundo que ya no es igual, un mundo que ya no le pertenece y en el que no quiere vivir. Mediante asociaciones desde la semejanza con otras situaciones se alude a situaciones anecdóticas de un tiempo pasado que han influenciado el momento de catarsis en el que se encuentra el protagonista. Debido a la ruptura de la trama, no hay un final como tal, ya que no se da solución al conflicto. Si bien, como se mencionó anteriormente, la temática es el encierro de un chico desarraigado, ésta es en ocasiones opacada por reflexiones personales del personaje o por la inserción de historias yuxtapuestas. Prima más la intención de plasmar una experiencia que las convenciones lingüísticas, gramaticales y semánticas. “La debilidad de las argumentaciones de estos autores no sólo proviene de su autodenominación como pensamiento débil, tanto por las contradicciones que representan. Contradicciones que surgen no tanto de su lógica argumentativa sino de su posición anti-ilustrada”(Blanca Muñoz). Esta falta de argumentación no le quita valor estético a la novela, sólo refleja el valor postmoderno que muestra la experiencia estética, más que la experiencia de una estructura aprobada.

La forma como se cuenta la novela imposibilita un análisis literario tradicional; se hace difícil una reconstrucción de este tipo de personajes, quienes no buscan fines ni ideales, ya que carecen de proyectos por la falta de identidad. El protagonista de la novela carece de identificación con su cultura local, una cultura afligida por una marcada Guerra Civil; una cultura consumista y nihilista, caracterizada por un fuerte hedonismo manifestado mediante las drogas y la indiferencia. Si bien el plan del personaje es el encierro, este carece de una finalidad ya que no hay una confrontación directa, sino más bien una espera, un vagabundeo en una parálisis psicológica, en la que el personaje se ve estancado, y al parecer, esta condición perdurará en un tiempo muerto. La inestabilidad y la angustia referidas anteriormente se evidencian mediante recorridos discontinuos, saltos temporales no como una técnica sino como un recurso emocional, reflejo de la inestabilidad emocional del sujeto. No hay cómo reconocer a los personajes en una secuencia lógica.

El texto funciona así como un sueño, además de su carga onírica, a la que el lector tiene que acomodarse para poderle dar sentido. Leer Héroes es entonces como introducirse en un sueño, en donde la causalidad se reemplaza por la casualidad. Los sueños dan cuenta acerca de una cultura de masas, ya que en estos, la mayoría de veces, el personaje sueña con íconos del Rock and roll como John Lennon, Lou Reed y David Bowie. Estos repetidos sueños también dan una noción de temporalidad, ya que muestra el paso de los días, ya que la noche es el espacio para dormir. En el día, el protagonista ve televisión y escucha música, en la noche sueña. Así pasan sus días. La música y los sueños dan un ritmo a la narración. Se salta de un eje temático a otro, de lo que ocurre en un recuerdo a lo que ocurre en la inmediatez, o a un sueño. La narración es en pasado y en presente. El pasado determina a los recuerdos y los sueños: “(…) Estaba perdido en el Central Park, sabía que era un sueño porque yo nunca había estado ahí. Un par de años después, estuve en Nueva York y me acordé de este sueño (…)” El manejo del presente da cuenta de los monólogos cuestionadores del personaje, y en ocasiones se recurre al infinitivo: “(…) La chica dice quiero saber cuándo deja de hacer daño. Todos hemos estado bebiendo y tomando centraminas (…)"

Repetidamente se alude a la velocidad, la velocidad de una época en la que no hay tiempo. Verbos como correr, de prisa, y adverbios como veloz, son frecuentes en el lenguaje, referentes de algunas canciones de sus ídolos, como podría ser Run, Run, Run de The Velvet Underground, agrupación de Lou Reed, artista con el que sueña y al que admira.

La novela, tal vez cumbre del escritor español Ray Loriga, Héroes , relata el encierro de un joven como una salida sin una meta fijada, un encierro sin un fin definido. Es un personaje impredecible, que más que por causalidad, actúa por casualidad. Así, de esta misma forma funciona su discurso que se acerca mucho a lo que es un sueño, haciendo limitado el recorrido espacio temporal, ya que, aunque la novela se desarrolla dentro de la habitación, las acciones que se relatan de manera onírica o anecdótica, se van perdiendo en una línea difícil de sondear. El discurso introspectivo, irreverente, musical y crítico está lleno de historias yuxtapuestas que nunca se desarrollan del todo, quedan inconclusas, al igual que la novela. Prima la individualidad del personaje en un discurso coloquial pero poético, que más que lleno de figuras literarias, logra su estética mediante anécdotas a las que se alude por analogía. No hay una trama definida ni un final cerrado, logrando en el lector un acompañamiento al encierro de un protagonista con el que, a manera de experiencia, uno logra identificarse. La honestidad del discurso, la manera como logra decir de una manera asertiva todas aquellas cosas que pensamos pero callamos porque no encontramos las palabras para expresarlo. El recurso de la música también genera un acercamiento entre el lector con el narrador, y como se mencionó anteriormente, leer Héroes es como sumergirse en un sueño, en el que podemos transgredir las leyes físicas espacio-temporales, e incluso entrar a un universo donde que trasciende la muerte, un lugar donde es posible encontrarse con Bowie, Reed y Lennon.

“Podemos conducir tan deprisa que ni las penas ni los días pueden seguirnos,
Pero no los encontraremos todos juntos en la segunda vuelta.”

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