¿Estas cansada en las mañanas?
Te diré qué tan cansada estoy yo. Te diría que estoy cansada de tanto estudiar, de tantos datos desarticulados acumulados en mi cabeza. También te podría decir que estoy cansada de trabajar, de levantarme todas las mañanas a una misma hora y cumplir una rutina en una aburrida oficina. Otra opción, y una más optimista por supuesto, sería decirte que me tiene cansada hacer siempre lo que quiero, efectuar mis metas y ver cómo se van esfumando los sueños mientras se van cumpliendo. Te mentiría. La verdad es que sí, estoy muy cansada. Estoy cansada de esperar momentos que nunca van a llegar. Por ejemplo, me hastía esperar que llegue el día en el que voy a tener una gran idea, el momento en el que todas la cosas que tanto me gustan, pero a las que temo enfrentarme, van a lograr articularse y voy a crear una obra maestra. Otra más ambiciosa, pero tal vez la que más me gusta, es esperar el día en el que voy a tener una banda de rock, le voy a cantar a setenta mil personas y todos me aplaudirían mientras yo paso una borrachera de Jack Daniels y un poco más de ego. Pero la verdad, lo que más espero no es tan inalcanzable; espero ver entrar por la puerta de mi cuarto a aquel idiota que me dejó cantando melodías melodramáticas sobre una chica a la que le rompieron el corazón en mil pedazos y no los ha podido recuperar. Ese idiota que desde que se fue, no me ha dejado dormir en paz.
¿Cuántas horas de sueño tuviste anoche?
Debo decir que soy muy mala para dormir, por eso me encanta salir en la noche. Pocos sabemos lo que estar en vela, mirando el techo, cambiando de posición cada minuto y medio escuchando los ruidos de la noche, que a largo plazo van causando paranoia. Todo buen sonámbulo lo sabe. Pocos sabemos tan bien lo que es mirar el reloj despertador en cortos intervalos de tiempo con la esperanza de que sean las 4:30 a.m., o en efecto, las 5:00, cuando uno sabe que ya casi va a amanece, pero en realidad no ha pasado más de media hora después de la última volteada a la mesa de noche para cerciorarse que sólo son las 2:00.
Creo que esta condición de espera, de divagar mientras se alcanza un único objetivo (en este caso, dormir), me ha convertido en una persona impuntual, no sólo en el sentido de llegar tarde, porque claro, el cuerpo sigue siendo el cuerpo, y por supuesto, a veces estoy muy cansada, sino también en el sentido que le doy muchas vueltas a las cosas. Por ejemplo, alguien me hace una pregunta y yo doy un largo discurso antes de responder lo concreto.
A propósito de eso de estar cansada, anoche sólo dormí una hora y 45 minutos, y debo decir, no sé cómo hago para mantenerme en pie y tener tanta energía, más que muchas, porque eso sí, no es si no que alguien me llame a pintarme plan para que yo esté parada, dispuesta para seguirle la cuerda al que quiera.
¿Camina dormida?
A veces hago cosas que en realidad no quisiera hacer. En repetidas ocasiones lo recuerdo a él, casi siempre pasa en las noches; es por eso que no puedo dormir, porque me lleno de nostalgia, de ganas de tenerlo aquí, conmigo, pero ¿qué puede hacer uno cuando esa persona no quiere venir?
Algunos como yo, se quedan despiertos por culpa de la ansiedad, pero con el paso del tiempo, y al ver que esta situación no cambia se desarrolla un mecanismo de defensa. En mi caso, salgo a caminar a la calle sin rumbo fijo a ver a quién me encuentro por ahí, a tomarme una cerveza por la sexta, y por fortuna, salvo los domingos, siempre hay noctámbulos como yo que también buscan una cerveza y un viento sereno que refresque los sueños, aunque miento, las personas como nosotros no soñamos. No soñamos porque no dormimos.
Podría decir que camino dormida. Puedo aparentemente estar despierta, pero mi espíritu en realidad duerme. Yo más bien ando como un zombie, muerta en vida. He aprendido a matar algunos sentimientos como el miedo, no cualquier mujer sale sola a la calle, impávida. Ya los de la zona saben quién soy, la sonámbula de Santa Mónica que rondea en las noches las calles, cuando la mayoría ya duermen, cuando lo único que queda son escombros de la rumba, energías muy pesadas y casi no pasa ni un carro.
He visto muchas veces cómo se acaba la noche y comienza la mañana. No tiene que ser de noche para dormir.
¿Se duerme de día sin querer hacerlo?
A veces me duermo de día sin querer. Estoy realizando una actividad y de un momento a otro reacciono y tengo mi cara apoyada en una mesa, por ejemplo. Son lapsos cortos pero muy profundos y siempre me levanto sobresaltada, como si tuviera una pesadilla; aunque no me cuesta trabajo reincorporarme, cuando lo hago no recuerdo los malos sueños que me exaltan. Tampñoco recuerdo los buenos. He comprado atrapasueños, pongo raíces de mandrágora debajo de la almohada e incluso he llegado a rezarle a la luna. No funciona.
El día es duro, siento que me veo más fea, como que los detalles de desgaste se notan más. La noche trae consigo la oscuridad y bueno, esa es una buena licencia para poder obrar a las escondidas, pero igual, el día me gusta, y más salir a caminar y sentir esa brisa de las cinco y media de la tarde que menea las palmeras que en vez del mar, bordean el asfalto, en una ciudad que suena a trompeta y huele a sal. Por cualquier tienda que uno pase escucha una canción diferente y no miento, a veces me da nostalgia porque me acuerdo de cierta persona. Es ahí cuando pase lo que pase, sigo caminando, prendo un cigarrillo y me pongo las gafas para poder llorar sin que nadie se dé cuenta, porque eso sí, la primera regla de la calle es nunca mostrar debilidad.
¿Cuál es su mejor hora del día?
Hay un memento que guardo con recelo en mi memoria, que nunca quiero olvidar porque remitirme a él me hace sentir, al menos por un instante, tranquila; es el recuerdo del último día que recuerde que realmente fui feliz.
El mejor momento de mis días es cada que se me viene esa imagen a mi cabeza. Nunca fue tan placentero estar despierta, cogerse la cabeza y cerrar los ojos, cerrar los ojos sin dormirse y sentir el agua en los pies, en un vaivén sincronizado con el latido del corazón, fue la última vez, y debo decir que la única, que no me he acordado de él desde que se fue llevándose mis sueños.
No duermo para no soñar, por eso siempre me veo cansada triste.
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