viernes, 17 de febrero de 2012

ACAPULCO


En realidad, creo que más bien lo que pasó fue que reprimí todas esas cosas que me acordaban de esa noche. Si no íbamos a estar juntos, qué sentido tenía almacenar más información en mi pobre cabeza que ya bien confundida sí estaba. No puedo negar que los recuerdos de ese día a veces aparecen de las formas menos esperadas. De repente me empiezo a acordar mucho de vos, después, sin siquiera evocarlo viene la imagen de un lugar, no estás vos en el plano pero tengo la certeza de sentir ahí, latente, tu presencia, como en un fuera de campo, parecido a esos que tanto mencionábamos cuando hablábamos de cine, y ¿ya comenzás a hacer memoria? Un baño estrecho, un bombillo rojo muy tenue que develaba paredes con algunos rayones ya desgastados por el tiempo, recuerdo uno especialmente, decía, "las mujeres con la dignidad rebelde", y yo me sentía la más rebelde en ese baño callejero, las más digna de todas, así estuviera montando mis piernas en tus caderas en medio de tanta suciedad, evitando el contacto con el retrete. Te besaba, y tu cuello sabía un poco salado, claro, cómo no, después de que sufriste tanto en el carro de mi amigo, casi que vengamos la muerte llegando vivos a ese estanco.


Fue todo muy rápido. Pero a veces se me viene la imagen de tu cara, con unas gotas de sudor en tu nariz, un rocío que sólo te hacía brillar el aura, después de haberte liberado con tanta fuerza como lo hiciste, y no creas, a pesar del punk chatarro que sonaba afuera y algún patán que le pegaba a la puerta para que saliéramos. La dicha no me la iba a quitar nadie. Quienquiera que nos haya visto salir de ese baño pensaría que adentro estaban regalando felicidad, y salimos así, a mí no me importó lo que pensaran, no me importó que nos vieran juntos nuestros amigos y algunos conocidos del lugar.


¡Ay Santiaguito, lo que son los estragos etílicos! Seguimos bebiendo en ese estanco, aledaño a la Sexta, sucia, violenta y ruidosa, Licores Acapulco, parque de los niños, ciertamente no son niños los que se parchan ahí después de las ocho, más bien están envejecidos. Nube opaca, nube de humo, bocanadas con formas de corazones y luces verdes que se difuminaban con cada carro que pasaba veloz. Chirrinchi de fresa, agua de la Morgue, Cigarrillos Derby, Yerbi, sillas desocupadas, y sí, cuando menos nos dimos cuenta, estábamos solos en el parque. Nos habían dejado. ¿Será que se dieron cuenta los demás que estorbaban? ¿Será que somos los únicos que no notamos que el resto no hace falta cuando estamos juntos? Ellos sí lo vieron, y menos mal, porque yo, al menos por esa noche, me sentí como tu novia, y vos, vos eras mi novio. Nos cogíamos de la mano para pasar la acera, y llegábamos a Acapulco por más alcohol, pasábamos la calle y volvíamos a nuestra playa. Sexta violenta, suicida y sucia, sextAcapulco. El resto, lo reprimí por la vergüenza, o simplemente porque fui tan feliz, que si la vida es la búsqueda de la felicidad, el hecho de recordar aquella noche anularía cualquier motivación para seguir viviendo. Así que lo siguiente fue levantarme sola, adherida a mi cama por el peso de la cabeza, el sabor agrio en mi boca, los labios resecos y el olor a tabaco en mis dedos. Dos de la tarde, resaca, calor, luz violentando la persiana, ese lapso que todos lo borrachos bien conocen, entre abrir los ojos y percatarse de que se está despierto, el cerebro confundido realiza, después de unas milésimas de segundo que se hacen eternas, las sinapsis, y a continuación, ¡mierda! Y comienza la conciencia a hacer de las suyas, destellos de pequeñas luces destellantes como un flash fotográfico, cada recuerdo es una foto, algunas en blanco y negro y otras a color. Entre fotograma y fotograma (porque la cabeza menos mal puede desarrollar muchas tareas a la vez), uno ya ha decidido enfrentar las ganas de vomitar, ese vacío en la boca del estómago, y poner los pies en el piso frío, ir al baño y tomar agua del grifo. Decidí hacerme la boba, engañarme, al fin y al cabo, Acapulco está muy lejos de aquí.


No te iba a llamar más. Vos como que tuviste la misma idea, porque no llamaste. Maldije la fe, eso que dice la gente que lee libros de superación personal, Paulo Coelho o yo qué sé. Pensar en las cosas que uno quiere que pasen es llamarlas, y de hecho "pasan", pero vos nunca llamaste. Lo que es la esperanza. Maldigo a Pandora, descuidada, hubiera dejado dentro de esa dichosa cajita el olvido, todo sería más fácil así.


Lo que son las cosas, recuerdo que mi mamá siempre me ha dicho, Maria Camila, la mujeres no buscan a los hombres, pero qué engaños que le juega la mente a uno, y en otra rasca te llamé. Llegaste a donde yo estaba, y entonces me di cuenta que te desapareciste por orgullo, esa cuestión de "si no me llama ella yo tampoco", en realidad, vos como yo, en el fondo tampoco habías dejado de pensar en ese día. Nos fuimos solos a tu casa y no dejamos de abrazarnos en toda la noche. Me dabas besos en todo el cuerpo, como si por fin me tuvieras y no quisieras que me fuera nunca, como si no pudieras creer que en realidad, era yo, vivita, de carne y hueso, la que estaba entre tus brazos. Fue ahí, en ese instante cuando me di cuenta que de verdad te amaba, que en tus brazos me sentía más segura que en cualquier otro parte y que nunca quería irme de ahí, en cambio era como si vos sí supieras lo que terminaría pasando. Sabías que tenías que aprovechar esos momentos, porque no iban a ser eternos.


¿Por qué sos tan raro Santiago, ah? Se te notaba que te morías por estar conmigo, pero entonces ¿por qué sólo me buscabas cuando se te daba la gana? Y yo como una tonta siempre esperando que aparecieras, para hacer el ritual de tenerme en tus manos, apretando fuerte, con recelo, añorando que no me fuera nunca. El jueguito comenzó a desequilibrarme, ya estaba agotada de esperarte, por lo que decidí seguir con mis cosas, tal y como eran hasta antes de esa noche. No lo logré, no lo he logrado aún, pero al menos me distraía, me engañaba creyendo que te estaba logrado olvidar. Fue ahí cuando conocí a Francisco, pobre, de verdad me quería. Nunca nadie me ha halagado tanto como él. Siempre destacaba todo lo mío, mi belleza, mis dientes, mis gustos, mi forma de hablar, mi aliento, todo, y yo me sentía mal al verlo a él, tan normal, tan diferente a vos. En verdad lo único que quería era que a vos alguien te contara de todas las veces que yo pasaba violentamente mis manos por su espalda mientras gritaba de placer. No lo puedo negar, Francisco me satisfacía, y los momentos que pasábamos juntos eran agradables. Confieso que por momentos, creía que me estaba olvidando de vos, pero todo se volvió mierda cuando me di cuenta que estabas frecuentando a dos tipas, dos monas. ¿Eran más bonitas que yo, Santiago? Te aseguro que ellas nunca hubieran sido capaces de dejar todo e irse a Acapulco con vos, sin importar qué diría papá, qué diría mamá, sin importar que no les alcanzara nunca para el vodka. Te metiste con esa tal Vanessa, no sé si también la estrujabas en tus brazos como a mí, si con ella también te sentías tan feliz. No creo, o al menos eso quiero pensar, porque mientras estuviste con ella también frecuentabas a Daniela. Menos mal tenía a Francisco, a quien restregarte cuando nos encontráramos en la calle, porque eso sí, no hubiera aguantado verte con tu noviecita y yo sola en la calle, con los mismos patos de siempre. No mi querido, ese gustico no te lo iba a dar.


Me he engañado Santiago, por eso decidí terminar con Francisco, así él haya sido tan bueno conmigo, tan perfecto. No creo que nadie más sea perfecto para mí, así sea mejor que vos. Ahora estoy sola, vos probablemente estés con tu monita, Vanessa, tu linda princesa, la más ordinaria y hueca; y yo, yo seguiré aquí, pensando en vos, escribiendo de vos, fumando por vos. No me has dejado más opción que intentar matar este amor, pero ese intento ha fracasado mil veces ya. Ahora qué ¿Tengo que morir yo ya que no pude matar al amor? ¿Como diría Rep?. No quiero más sonrisas fingidas, no quiero salir con tipos que ni me interesan ni te sacan de mi cabeza, no me importa si soy la mujer perfecta para ellos, no, no quiero, sólo quiero ser perfecta para vos. Ya qué, ya el tiempo hizo su trabajo con nosotros: tres olvidos consecutivos. Primero que te amo, segundo, que siempre te amé, tercero…siempre lo haré. No puedo decir no más, ya pronuncié muchas veces estas palabras en vano. No puedo dejar a un lado tu espectro ni seguir adelante con lo que llaman “una vida”. Ahora ya nada es, nada de lo que planeamos va a ser. ¿Por qué me dejaste Santiago si yo soy lo mejor que jamás pudiste conseguir? Me desnudo ante vos con esta carta, vos veras qué haces. Por última vez voy a dejar que seas vos el que decida. Nos vemos en Acapulco, hoy, mañana, no sé, tal vez en otra vida cuando los dos seamos mexicanos.

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